¿Tienes hijos y no te parece que sea cruel? ¡A ver si te convences con la historia de Miguel!


Miguel y Ana estaban esperando a su primera hija. Era domingo y a las 7 de la mañana empezaron los dolores de parto.

Empezó la sudoración, la tembladera, la palidez, la falta de oxígeno, las náuseas, la sensación de desmayo; pero era Miguel el que estaba sufriendo todo eso mientras Ana soportaba valientemente las contracciones y le daba ánimo a su pareja. Así empezó todo lo cruel que se volvería para Miguel el convertirse en papá.

El reloj ya marcaba las 6:51 de la noche y el pobre de Miguel ya quería morirse del desespero y la ansiedad mientras oía los gritos de Ana en la sala de partos. Él quería morirse y Ana quería matarlo por tener que ser ella la que sufriera esos dolores.

Al fin, después de horas de tensión, la sala enmudeció. El pobre hombre entró en shock y por varios minutos no hizo más que caminar cerca de la puerta. A las 7:15 de la noche, al fin se abrió la puerta de la sala de partos y una enfermera gritó: “¿el papá de Mariana Suárez?”. Miguel recibió en sus brazos a Mariana y desde entonces se perdió en la profundidad de sus ojos. Primeras 12 horas de la crueldad de ser papá.

Los primeros golpes.

Varios meses después, cuando Mariana empezaba a caminar, también empezaron las caídas. Este afligido papá sufría uno a uno cada golpe, cada llanto, cada vacuna, como si los recibiera directamente en su corazón, pero siempre mostrándose sereno para transmitirle a su bebé la calma que él mismo no tenía.

El primer día de colegio

Miguel se miraba al espejo y se preguntaba si había algo más cruel en la vida que ese día. Ese día en el que su pequeña se tenía que alejar de él y quedar al cuidado de “quién sabe quién”. ¿Y si las profesoras no le ponían suficiente atención por estar cuidando a otros niños?, ¿Y si se les olvidaba darle almuerzo?, ¿Qué pasaría si lloraba y la profesora no sabía cómo consolarla?

Una hora después, el pobre recibía un sermón inhumano: “No, señor Suárez, no puede quedarse en el colegio ni por unas horas ni por unos días. La niña estará bien con nosotros”. ¿Acaso puede haber un día más cruel que este?, ¿acaso no les parece ya bastante cruel esto de ser papá?

La adolescencia

La vida se pasó muy rápido y Mariana ya estaba próxima a cumplir sus 15 años. En la casa ya no se sintonizaban canales infantiles ni se escuchaban La Iguana o la Ronda de las Vocales. Las tardes de muñecas y cuentos se habían terminado.

Poco a poco Mariana olvidaba su reciente pasado de niña, mientras por dentro, Miguel sufría cada ausencia. Su tiempo con su hija había cambiado pero todavía era afortunado porque ella seguía compartiendo algunas cosas con su papá.

Ahora los temas eran más distantes. Ella se interesaba poco por fútbol, política o cosas del trabajo; y él aunque lo intentaba, no lograba entender del todo esa “onda” de la que su pequeña hacía parte ahora. Pero los dos sabían que ese algo que había nacido entre ellos desde antes del parto, era irrompible; así que a veces no necesitaban tantos temas en común. Una buena peli bastaba para estar juntos y felices.

Los amigos

Mariana empezó a dedicar más tiempo a sus amigos mientras Miguel la veía cada día más hermosa y llena de vida y de ilusiones. Siempre la apoyaba y la incentivaba a soñar en grande; mientras por dentro pasaba el frío de saber que algún día ya no estarían tan cerca. ¿No es cruel eso de ser papá?

El día de los corazones rotos

Inevitablemente, Mariana siguió creciendo, conoció al primer amor de su vida y sufrió su primera decepción por ese tonto que jamás la merecería.

El corazón de la pequeña estaba destrozado y el de su papá estaba hecho papilla. Nunca en toda su vida había sentido un dolor más grande que el de ver a su Marian ahogada en sus lágrimas y odiando al mundo.

En el fondo sabía que eso hacía parte de la vida y que ya pronto quedaría olvidado; pero por momentos enloquecía de rabia contra el “animal aquel que había hecho llorar a su pequeña” ¿No es cruel eso de ser papá?

La vida es inevitable

Mariana terminó una carrera universitaria y decidió que quería seguir estudiando pero fuera del país. Su papá sintió que se moría. Que se moría de verdad. Volvió a tener todos los síntomas del día del parto. Volvieron la sudoración, la tembladera, la palidez, la falta de oxígeno, las náuseas, la sensación de desmayo. ¿No es cruel eso de ser papá?

Pero tenía que demostrarle a su pequeña que podía comerse al mundo y que eso estaba bien; así que simplemente le sonrió, la abrazó y le recordó que contaría con él hasta su último respiro, siempre.

En el aeropuerto, Miguel y Ana dejaron un pedazo de sus vidas cuando se tuvieron que despedir. Mariana y Miguel se dieron el abrazo más fuerte y prolongado que se hubieran dado jamás. Ninguno de los dos quería soltar al otro.

En medio de muchas lágrimas de ambos y ante la mirada también inundada de Ana, Mariana se acercó al oído de su papá y le dijo: “Aunque ya haya crecido, recuerda que siempre seré tu bebé”.

Sí, definitivamente esto de ser papá es cruel. Pero es la crueldad más hermosa que le puede pasar a cualquier hombre: ver el reflejo de la mujer más hermosa del mundo, su pareja, en una hija. Verse a sí mismo reflejado en la alegría de un hijo.

Puede ser cruel, pero 3000 veces más satisfactorio pasar con los hijos tardes de juegos, de dibujos animados, de cuentos y de dulces. Verlos crecer y ser felices; soñar, ilusionarse, frustrarse y volver a empezar.

¿Entonces es cruel esto de ser papá? Sí, pero vale cada trasnochada, cada tristeza, cada caída, cada llanto. Lo vale a cambio de un abrazo, una sonrisa, un te amo y un “Aunque ya haya crecido, recuerda que siempre seré tu bebé”


Feliz día del padre si lo eres. Si no, entonces ve y le das ese abrazo que de pronto está esperando tu viejo hace tiempo, o al menos dale una llamada si están lejos.


Si tu gladiador ya te cuida desde el cielo, te invitamos a honrarlo en su día con las conmemoraciones familiares en nuestros parques.

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